En un callejón estrecho y poco transitado, había una pequeña tienda llamada "Llaves Perdidas". Su dueño, un anciano llamado Eliseo, decía tener una llave para cada puerta cerrada en la vida de las personas. Las llaves colgaban de las paredes, cada una con una etiqueta que describía su propósito: "La llave del coraje", "La llave del perdón", "La llave del amor propio".

Un día, una mujer llamada Rosa entró a la tienda. Había estado buscando algo que le ayudara a superar el miedo que la paralizaba desde hacía años. Eliseo la observó con ojos sabios y le entregó una llave pequeña y oxidada. "Esta es la llave de la valentía", le dijo. "Pero solo funcionará si estás dispuesta a usarla".

Rosa tomó la llave y, al salir de la tienda, se encontró frente a una puerta antigua que nunca antes había visto. Con manos temblorosas, insertó la llave y la giró. La puerta se abrió, revelando un camino iluminado por la luz del amanecer. Rosa respiró hondo y dio el primer paso, sintiendo que el miedo se desvanecía detrás de ella.