El Sastre De Memorias Y Recuerdos
En el último piso de un edificio olvidado del centro de la ciudad, trabajaba el Señor Emil, un sastre peculiar que no cosía trajes, sino recuerdos. Con hilos de plata y agujas de ébano, reparaba momentos rotos: un primer beso desdibujado por el tiempo, la última conversación con un ser querido o incluso promesas que nunca se cumplieron.
Valeria llegó a su taller llevando un viejo abrigo de su abuelo, el único recuerdo tangible que le quedaba de él. "Las costuras de los bolsillos están rotas", dijo. "Antes guardaba caramelos de menta para mí... pero ya no recuerdo su voz".
El Señor Emil asintió y, en lugar de zurcir la tela, cosió el aire alrededor del abrigo. Los hilos brillaron y, de pronto, el taller se llenó con el aroma a menta y tabaco del abuelo. Valeria cerró los ojos y oyó su risa grave, tan clara como si estuviera allí.
"Los recuerdos no viven en las cosas, sino en los espacios entre ellas", murmuró el sastre mientras devolvía el abrigo. Ahora, cada vez que Valeria se lo ponía, sentía un caramelo de menta en el bolsillo... aunque al mirar, siempre estaba vacío.