
Un Nuevo Sastre Para Ña Dama
El café se enfriaba sobre la mesa mientras un tren pasaba a lo lejos, invisible pero ruidoso. Una luciérnaga se coló por la rendija de la ventana, iluminando brevemente el rincón olvidado de la habitación. Nadie prestaba atención al calendario, aunque marcaba un día especial. Una carta sin destinatario yacía abierta, sus palabras arrugadas por el tiempo. Afuera, una bicicleta oxidada crujía con el viento, y el olor a tierra mojada llenaba el aire. En el cielo, las estrellas parpadeaban como si estuvieran contando secretos. Todo parecía en pausa, como si el mundo esperara que alguien dijera algo primero.

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El sol se ocultaba lentamente detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Un suave viento recorría el campo, haciendo bailar las hojas de los árboles y llevando consigo el murmullo lejano de un río. En medio de ese paisaje, un pequeño zorro observaba atento, como si supiera que algo extraordinario estaba por suceder. De pronto, una luciérnaga apareció entre las sombras, encendiendo la noche con destellos titilantes. Era el inicio de una aventura que nadie había planeado, pero que todos recordarían.