En un rincón olvidado de la ciudad, nació “Los Cuervos Eléctricos”, una agrupación musical formada por un panadero, una enfermera, un taxista y un poeta. Cada noche ensayaban en un sótano, mezclando ritmos imposibles: cumbia con jazz, punk con bolero. Un día, un productor pasó por ahí tras perderse buscando tacos. Quedó hechizado por su sonido caótico. Grabaron un disco en una semana y, sin entender cómo, se volvieron virales en Mongolia. Nunca aprendieron a afinar bien, pero sus conciertos se llenaban. Tocaban con pasión, descalzos y felices. Su lema: “Si suena raro, mejor”. Y así, cambiaron el mundo.