Cada videojuego es una obra de arte digital que integra gráficos, música y narrativa para crear una experiencia multisensorial. Los desarrolladores emplean todo su talento para diseñar paisajes impresionantes, personajes detallados y entornos vivos que dan vida a los mundos virtuales. La música, por su parte, juega un papel fundamental, ya que la banda sonora de un juego puede cambiar completamente la atmósfera y la emoción de cada escena. Un tema épico puede elevar la sensación de aventura, mientras que un tema triste puede sumergirnos en la melancolía de la historia. Además, los efectos de sonido se encargan de darle realismo y profundidad a la experiencia. Pero los videojuegos no solo se limitan a lo visual y lo auditivo; también son una forma de arte en cuanto a la interacción. Nos permiten ser parte activa de la creación de historias y mundos, eligiendo cómo queremos que se desarrollen las tramas y participando directamente en la acción. Así, los videojuegos se convierten en una forma única de arte, donde el jugador es no solo un espectador, sino un creador y un participante.