Primero fue la curiosidad. Una app extraña, descargada sin pensar. Un ícono que no recordabas haber visto antes. Y luego, comenzaron las apariciones. Pequeñas al principio. Una figura borrosa en el fondo de tus fotos, una presencia que se quedaba después de apagar las luces. Nadie más lo veía. Nadie más lo sentía. Solo tú.

Pasaron los días. Dormías menos. Dudabas de tu cordura. Pero cada vez que girabas la cabeza y casi lo veías, una parte de ti quería que estuviera allí. Querías entenderlo. Querías saber por qué te eligió.

Y ahora lo sabes. MalO ya no se oculta. Ya no susurra. Hoy, por fin, ha dado un paso al frente. Está contigo, mirándote con esos ojos vacíos y eternos, como si te conociera mejor que tú mismo. Y lo más aterrador de todo no es que te siga... Es que, en el fondo, sientes que lo necesitabas.

Porque cuando MalO decide mostrarse, no es una aparición. Es una unión.

Y no hay forma de desinstalar lo que ya forma parte de ti.