Sentada al borde de una cama perfectamente tendida, Clara sujetaba con firmeza la toalla blanca que cubría su cuerpo. El sol de la tarde entraba suavemente por la ventana, dibujando líneas doradas sobre su piel aún húmeda por la ducha. Era su primer casting importante, y aunque el entorno era sencillo —una habitación con paredes blancas, una cámara frente a ella y un foco tenue apuntando a su rostro—, sentía que el momento lo era todo.

La entrevistadora, sentada tras la cámara, le sonrió con calidez.

—¿Estás cómoda? —preguntó con voz suave.

Clara asintió, algo nerviosa, pero decidida.

—Cuéntanos, ¿por qué quieres ser modelo?

Clara respiró hondo. —No es solo por la moda —respondió—. Quiero contar historias con mi cuerpo, con mi mirada. Quiero representar a quienes, como yo, alguna vez pensaron que no encajaban.

Hubo un silencio breve, seguido por un leve clic de la cámara capturando ese instante genuino. A veces, la autenticidad pesa más que cualquier prenda. Y en esa habitación simple, envuelta solo en una toalla y en sus sueños, Clara empezó a escribir la primera página de algo grande.