Cuando jugamos, no solo estamos presionando botones; estamos tomando decisiones que afectan el curso de las historias que nos rodean. Los videojuegos modernos son narrativas interactivas que nos permiten no solo observar, sino participar activamente en el destino de los personajes y los mundos que nos acompañan. Podemos ser los héroes que salvan al mundo, los exploradores que desvelan secretos olvidados o los villanos que desatan el caos. La belleza de los videojuegos radica en que cada elección cuenta y cada acción tiene una consecuencia, lo que hace que cada historia sea única. Estos mundos no son solo ficción; son realidades donde podemos vivir, experimentar y sentir, creando una conexión emocional profunda con los personajes y las situaciones que encontramos. En este sentido, los videojuegos nos permiten escribir nuestra propia historia, moldearla con nuestras acciones y, en el proceso, disfrutar de una experiencia que va más allá de lo visual, haciéndonos vivir emociones intensas y personales.